Comenzamos nuestro viaje en Marrakech, una de las ciudad más turísticas e interesantes de Marruecos. Después de recorrer durante un par de días sus zocos, sus parques y su bulliciosa y siempre sorprendente plaza de Jemaa el Fna salimos hacia el sur del país por la serpenteante carretera que lleva al puerto de Tizi n’Test en el Atlas.
La mezquita de Tinmel, se encuentra a unos 80 kilómetros al sur de Marrakech, en el Alto Atlas, construida por los almohades el año 1153 inauguró un estilo arquitectónico que tuvo su continuidad en la Kutubia de Marrakech, la Giralda de Sevilla y la Torre Hassán de Rabat. A sus pies rodeados de un bellísimo entorno y con las espectaculares montañas del Atlas de fondo acampamos la primera noche.
Desde el puerto de Tizi n’Test situado a 2100 metros de altura viajamos hasta la espectacular garganta de Ait Mansour al sur de Tafraoutte. Durante varios kilómetros la estrecha carretera discurre encajonada entre montañas a través de un precioso palmeral. Pueblos de barro, huertos y un paisaje de cuento nos acompañaron durante todo ese día.
Comienza el desierto del Sáhara, por delante casi 2000 kilómetros de hammadas interminables, dunas, hermosas bahías y playas solitarias donde montar el campamento para pasar la noche bajo un firme de estrellas. De vez en cuando un control de la gendarmería pidiendo amablemente «les fiches» o alguna manadas de camellos. Fueron días largos de conducción pero en los que pudimos disfrutar de la exquisita gastronomía de la zona con copiosas parrilladas de pescado fresco y deliciosos tajines y también de un paisaje que, aunque duro y monótono es siempre cambiante y fascinante.
Dakhla con su espectacular bahía, buen viento, aguas calmadas y numerosos campamentos se ha convertido en los últimos años en uno de los centros mundiales para practicar kite surf.
Más adelante la «tierra de nadie» un espacio de varios kilómetros entre la frontera de Marruecos y Mauritania perteneciente a los saharauis y en la que el gobierno marroquí ha entrado para comenzar unas obras de asfaltado y sobre todo de ocupación. Vigilantes pero dispuestos a la «pose» se encontraban las tropas del Frente Polisario.
La visa de Mauritania se puede obtener directamente en la frontera por 120 €
En el camping de la Baie du Levrier en Nouadhibou descansamos durante un par de noches. Coincidimos con un grupo de moteros alemanes y suizos que viajaban hacia el interior de Mauritania, con una expedición de una ONG portuguesa que viajaba hasta Guinea Bissau y con un par de ciclistas canadienses que cogían el tren hacia Chingetti . Mauritania es un país que nos gustaría recorrer mucho más a fondo en el futuro porque tiene sitios muy interesantes que ofrecer y una gente amable y hospitalaria y nos alegra ver que haya gente que se anime a descubrirlo.
Quizás la gran sorpresa del viaje fue el Parque Nacional de Diawlin de Mauritania, continuación del Parque Nacional de Djoudj de Senegal. Este parque es conocido a nivel internacional por su enorme concentración de aves, sus preciosos paisajes de marisma, una variada fauna (facóceros, numerosos cocodrilos, varanos, chacales) que pudimos contemplar directamente desde la carretera a Diama (Senegal) y desde nuestro campamento junto a la orilla de las marismas dentro del Parque de Diawlin.
El Zebrabar a 17 kilómetros al sur de Saint Louis en el Parque Nacional de la Langue de Barbarie es quizás el mejor lugar para recuperarse de un largo viaje a través del desierto. Baños en el río, excursiones, piraguas, barbacoas, relax, son algunas de las actividades que se pueden hacer en este fantástico lugar.
Concluimos viaje en la bulliciosa Dakar, ciudad que ofrece bulliciosos mercados, centros de artesanía, visitas culturales y un espacio tranquilo donde descansar, el Espace Thialy.