El Lago Chad es un lugar mítico de África Central. Uno de los grandes símbolos del continente, como el Kilimanjaro o el desierto del Sahara. Repartido entre Chad, Nigeria, Níger y Camerún desde 1880, durante mucho tiempo fue un gran mar interior que regaba la vida del Sahel. En este artículo compartimos algunos conocimientos y experiencias de un medio que vamos a explorar muy pronto desde Kumakonda.
Breve repaso a la historia del Lago Chad
¿Qué es el Lago Chad? ¿De dónde viene y hacia dónde va? Son las típicas preguntas que uno se hace cuando empieza a leer o, aún mejor, a pensar en viajar allí.
Según nos contaron durante la expedición de Kumakonda en febrero de 2022, Lac Chad es el nombre con el que los exploradores occidentales Hugh Clapperton y Dixon Denham lo bautizaron cuando llegaron a sus orillas en 1823. Según dicha fuente y la tradición oral, dichos exploradores preguntaron a las tribus nómadas que habitan sus aguas cómo llamaban a ese lugar. Su respuesta fue “Chad”.
El Lago Chad es un lago endorreico, es decir, que no pierde agua ni por infiltración al subsuelo ni por evacuación en superficie. Sólo por evaporación. Alimentado por las aguas del río Chari, que a su vez recibe las del Logone, el Lago Chad ya no es el que era. Sólo hay que darse una vuelta por las imágenes satélite de entonces y las de ahora.
Los científicos no se terminan de poner de acuerdo sobre qué ha ocurrido para que en sólo 25 años la superficie del Lago Chad se redujera en un 90% (1960-1985) ¿Cambio climático? ¿Ciclos naturales propios?

Hay dos teorías para explicar el retroceso de las últimas décadas
1️⃣ La presión humana
El gran aumento de la población (y su ganado) en las regiones del Lago Chad, junto con la extracción masiva de agua para cultivos de regadío en el sur, han generado un estrés hídrico quizá sin precedentes. Se dice que, actualmente, entre 13 y 15 millones de personas dependen de las aguas del Lago Chad. Otras fuentes hablan de 40 millones.
A ello se puede sumar las sequías prolongadas por causa del cambio climático, y el hecho de que al disminuir la masa de agua la evaporación es más rápida y eficiente.
2️⃣ Los ciclos naturales propios del Lago Chad
Algunos expertos afirman que estos cambios no son nuevos. Ya se dieron mucho antes. Por ejemplo, en el siglo XV el Lago Chad llegó a desaparecer, mientras que en la década de 1950 llegó a recuperarse hasta niveles máximos. Son sólo dos ejemplos, pero hoy se sabe que en el transcurso de varios milenios el lago ha ido creciendo y decreciendo.
La gran incógnita es si las variables demográfica y agrícola son tan potentes como para hacer que la situación actual sea irreversible. O si por el contrario, dentro de unas décadas vuelva a ser el mar que fue.
No obstante, está claro que viajar al Lago Chad es adentrarse en un lugar muy especial aún hoy en día. Nos encontramos en una región compuesta de miles de islas y canales que forman un laberinto insondable, refugio de terroristas pero también de tribus nómadas y seminómadas desde hace siglos. Hay zonas seguras, precisamente en Chad, por lo que es posible ir. Y merece mucho la pena. Vamos a profundizar un poco en qué se puede ver en el Lago Chad.

Isseirom: caminando con la quinta generación de sultanes
Isseirom es una localidad de casas de adobe que está situada a unas decenas de kilómetros de las primeras aguas del Lago Chad. Al menos en temporada seca. Probablemente hace unos años estaba a orillas del lago, pero ya hemos visto que las cosas han cambiado mucho en estos paisajes.
Allí nos encontramos con Mustafá, quien resultó ser un excelente conversador sobre la historia de la región. Una de esas “bibliotecas” africanas si atendemos al dicho del maliense Amadou Hampate Ba: “En África, cuando un anciano muere, una biblioteca se quema”.
Coincidió, además, que era viernes. El día del mercado semanal. Mustafá nos invitó a ir con él ya que tenía que hacer unos recados (básicamente comprar comida para agasajarnos), y por supuesto no dudamos en aceptar el ofrecimiento
Era un día de harmatán, lo cual no ayudaba a pensar que estuviéramos “cerca” del Lago Chad. La atmósfera estaba cargada de polvo o arena en suspensión y aportaba un aire de película antigua en tonos sepia. Como si estuviéramos inmersos en un sueño extraño, avanzamos por las calles tranquilas hasta la gran plaza donde se disponía el mercado.
Mustafá, vestido con un elegante traje tradicional de color blanco con turbante a juego, iba unos pasos por delante de nosotros. Su imagen era imponente. La gente le saludaba de manera muy respetuosa y no dudamos en entender que estábamos andando en compañía de toda una autoridad.

El mercado de Isseirom se celebra desde 1940 y pocas cosas parecen haber cambiado desde entonces
Pocas cosas han cambiado, excepto los pequeños detalles que indican que estamos en el siglo XXI: un puesto con generador donde cargar teléfonos móviles, la venta de pequeñas placas solares para disponer de un poco de electricidad en las casas …
Como en tantos y tantos mercados del Sahel, los puestos se disponen bajo toldos sostenidos con palos gruesos. Las mercancías se amontonan en esteras sobre el suelo, pero siempre bien presentadas. El conjunto es un laberinto de calles por donde andan las personas, los camellos y los carros en un alegre caos.

El mercado está bien organizado. Cebollas, patatas, pescado seco, mijo, dátiles y otros alimentos son lo que más espacio ocupan. Un poco más allá están los puestos de carne y parrillas, para prepararla allí mismo si así lo quieren los clientes. Los cachivaches de plástico, así como los enseres de cocina, se apilan en otra zona.
Las mujeres kanembou son las encargadas de la venta excepto en la zona de la carne. Atraen a los clientes a voces proclamando lo que venden, un gesto tan antiguo como actual. De repente vemos que en un puesto hay placas de espirulina, el alga verde que en Occidente se considera un “superalimento”. Esta es una señal muy clara de que estamos cerca del Lago Chad, ya que es en sus aguas donde se recoge.

Tras recorrer el mercado arriba y abajo buscando ingredientes para la cena, interactuando con la gente y alucinando con el ambiente, volvemos por donde hemos venido y nos refugiamos en casa de Mustafá, nuestro lugar de pernocta improvisado para evitar el harmatán.

Sentados en la habitación de invitados amueblada con cojines y esteras, llega el momento de la conversación.

Mustafá nos cuenta con su excelente francés que pertenece a la quinta generación de los sultanes de la zona. Por eso, pensamos, es un hombre tan culto.
Nos habla de la historia de su familia, de la función de los sultanatos, del origen del nombre del Lago Chad y de que siempre fue un lugar indomable porque nunca hubo un sultanato que gobernase sus aguas.
A diferencia del resto de Chad, en “el gran lago” nunca hubo un sultanato porque todos temían al agua.
Todos excepto los buduma, pueblo nómada que desde al menos el siglo XVI ocupa sus aguas.
Aproximándonos al Lago Chad
Circulamos en nuestro todoterreno por un desierto que no anticipa ningún lago. Dunas, pistas de arena, polvo y harmatán en la atmósfera, acacias coronadas de pinchos, algunas cabras, algún nómada cabalgando en su dromedario. Hasta que comienzan a aparecer grupos de palmeras, cañas y vegetación más propia de la ribera de un río o lago.
Algunas palmeras están a punto de ser tragadas por las dunas, pero otras crecen fuertes alrededor de lechos de lagos ahora secos. Secos desde hace poco tiempo, ya que se ve que la tierra sigue húmeda por sus tonos oscuros. Quizá unas semanas antes todo fuera diferente.

La plasticidad del paisaje según haya o no agua siempre me ha fascinado. De un color amarillo, pardo o blanco, se puede pasar al verde y los colores de las flores en tan sólo unos días. Es el milagro de la vida.
De repente un gran rebaño de vacas irrumpe en la pista. Es conducido por un par de muchachos con turbante que nos miran de reojo. Las vacas son enormes y lucen unos cuernos en forma de arco que pueden alcanzar un metro de longitud ¿Serán las vacas kuri del Lago Chad?

Las vacas kuri o kauri, también llamadas buduma, dongolé o kuburi, son una raza endémica del Lago Chad totalmente adaptada al medio acuático. Su diferencia es que son capaces de nadar grandes distancias para ir de isla en isla en busca de alimento. Son el bien más preciado de sus dueños, los bouduma o buduma, que las pastorean desde sus piraguas. En otro artículo hablaremos de este pueblo.
A medida que nos acercamos al Lago Chad la vida se va anunciando con más decisión. Avistamos algunas gacelas que se asustan a nuestro paso y pequeños pájaros de colores rojos y naranjas brillantes. El harmatán unifica la atmósfera pero no le resta emoción. La emoción que empieza a invadirnos sabedores de que dentro de poco veremos el Lago Chad.

Frente al Lago Chad, un Paraíso en el desierto
La extensión de agua azul, poblada de islas cargadas de vegetación y aves surcando los cielos, es increíble. Viniendo del desierto, no hay mejor expresión para pensar en el Paraíso.

Una de las mejores experiencias de esta pequeña expedición al Lago Chad fue navegar con los buduma hacia una isla y conocer de primera mano a las vacas kauri. Por el camino nos cuentan que la profundidad del lago no es mucha. Entre 2 y 4 metros de media, pudiendo llegar a los siete metros en sus partes más hondas y en época de lluvias. Cuando sopla el viento, se levantan olas. Es como un mar, no cabe duda .

Sobre nuestras cabezas y en las orillas observamos muchas aves distintas. Esta es otra de las riquezas naturales del Lago Chad, y es que se han catalogado al menos 70 especies de aves distintas que migran desde Europa y Asia cada año, eligiendo este lugar como punto de parada. Ibis, águilas pescadoras y otras rapaces, garzas, cormoranes, etc. Un verdadero paraíso para los ornitólogos y aficionados a las aves.
La última manada de elefantes del Lago Chad
Hubo un tiempo en que la vida salvaje en este gran lago era mucho mayor que en la actualidad. Igual que podemos ver hoy en día muchas especies en el Delta del Okavango, así debía de ser hace no tanto tiempo en el Lago Chad.
Ya lo contaba Heinrich Oberjohann en su libro “Cazando elefantes en el Lago Chad”, donde relata su experiencia persiguiendo a este gran mamífero que él consideraba “elefantes acuáticos”. Por fortuna, aún es posible ver elefantes en el Lago Chad.
Alonso y el grupo de viajeros que fueron con él en la expedición de diciembre de 2021 se encontraron con una manada de entre 30 y 40 ejemplares en las inmediaciones del lago. Andando libremente entre los bosques de acacias y los canales de agua. Un encuentro impresionante del que hay imágenes testigo. No te pierdas este vídeo
Se calcula que en la cuenca del Lago Chad hay 44 especies de mamíferos grandes y medianos, incluida una última población de elefantes. Esta manada, compuesta quizá por unos 60-80 ejemplares, es el segundo grupo de elefantes más al norte de África, después de los elefantes de Hombori en Mali. Podríamos considerarlos un anacronismo por la región tan compleja en la que habitan, y sobra decir que se hallan en peligro de extinción.
Los elefantes conviven forzadamente con los grupos nómadas y sobre todo con poblaciones sedentarias. Los conflictos surgen irremediablemente, según las noticias que nos han contado en diferentes visitas: elefantes solitarios han atacado a aldeas y personas. Las autoridades han tenido que autorizar el abatimiento de esos ejemplares para garantizar la seguridad de la población. También se suelen registrar destrozos de las cosechas y, cuando eso ocurre, los agricultores se enfrentan a un año muy complicado.
El cultivo de la espirulina en el Lago Chad
En otra sección del Lago Chad vamos al encuentro de las mujeres que cultivan la espirulina. Este alga que hoy es un codiciado “superalimento” en los mercados de medio mundo, se ha convertido en una oportunidad para ellas. La FAO ha aportado fondos para que se constituyan en cooperativa y trabajen con un sistema de recogida y envase mejorados.
La cooperativa agrupa a 145 mujeres dedicadas a cultivar la espirulina. O más bien a extraerla de las aguas del Lago Chad. Sumergidas hasta media pierna, con los vestidos de colores arremangados, extraen las algas que después secarán al sol y más tarde triturarán para su comercialización.
Son mujeres kanembou que se muestran abiertas, curiosas y cercanas. Sonríen, bromean y tratan de comunicarse con nosotros por gestos. Creo que están orgullosas del trabajo que realizan y de su empoderamiento gracias a la cooperativa.


Por ellas nos enteramos de que la recogida de espirulina siempre estuvo a cargo de las mujeres, y que ellas pertenecen a la casta de los “herreros”, una de las más pobres de su sociedad.
La jornada recolectora empieza después de resolver las tareas de la casa y el cuidado de los hijos. Además no viven junto al lago, por lo que tienen que recorrer cierta distancia a pie o a lomos de sus burros y cargadas con sus cacharros. Pero no pierden el humor. O al menos no ese día, quizá porque nosotros somos una buena distracción

La espirulina dihé, que es la variedad que se encuentra en el Lago Chad, es uno de los condimentos que la población local incluye en sus comidas en forma de salsa. Tiene un fuerte sabor vegetal y aporta betacarotenos, hierro y proteínas en abundancia.

No cabe duda de que el Lago Chad atesora una gran riqueza natural y cultural. Sólo hay que embarcarse para descubrirlo.
Sugerencias para conocer el Lago Chad
Para leer más sobre el Lago Chad (en francés), te recomendamos el Atlas du Lac Tchad.
✍ Si quieres viajar con nosotros al Lago Chad, puedes escribirnos a info@kumakonda.com y te informaremos de las expediciones que estamos preparando. Mientras tanto, echa un vistazo a las maravillas de Chad en nuestra página web.
También te proponemos que veas este vídeo de Alicia, la autora de este artículo e integrante de la expedición al Lago Chad de Febrero de 2022 con Kumakonda. En él relata cómo fueron esos días cargados de emoción y aventura